La vida es una máquina que reporta altas dosis de
dolor. Debe de ser cierto, eso que dicen, que somos todos ángeles caídos en la
esfera del infierno Condenados a purgar por errores acaecidos en el inmaculado
firmamento. No deja de sorprenderme la capacidad de sufrimiento que podemos
llegar a soportar. Te dices con miedo: - Si eso me sucediera no lo podría
superar, no lo podría superar. - Sin embargo, y pese a todo, una vez pasa, te
agarras a lo que puedas, miras al frente y avanzas, avanzas, avanzas sin mirar
a tras, avanzas sin mirar a tras. Pero avanzas, sí, avanzas, avanzas sin mirar
a tras, avanzas sin mirar a tras. Seguir adelante, esa es la cuestión. Resulta
curioso, que siendo hijos del cielo, y este, el supuesto recinto de la
compasión. No reduzcan la dosis, que con excesiva frecuencia, impacta
desmesuradamente en los pilares del alma. Atravesando al corazón. Demoliendo lo
hecho y lo que estaba por hacer. Que extraño es ese don. El de romper lo
irrompible, lo intangible, lo etéreo, lo único que en un momento dado podría
haber retornado al reino del amor. Al reino del amor. Sin embargo, y pese a
todo, una vez pasa, te agarras a lo que puedas, miras al frente y avanzas,
avanzas, avanzas sin mirar a tras, avanzas sin mirar a tras. Pero avanzas, sí,
avanzas, avanzas sin mirar a tras, avanzas sin mirar a tras. Seguir adelante,
esa es la cuestión.
yrunay@gmail.com © Marco Antonio Santana Suárez

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